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Profesora dominicana tachada de Harvard ve vergüenza en excolegas

La profesora dominicana de estudios étnicos Lorgia García Peña atribuye a una cuota de vergüenza en algunos y a un disimulado alivio en otros de sus ahora excolegas de Harvard el actual silencio poco solidario frente a la negativa de esa casa de estudios a ascenderla como profesora principal, hecho registrado hace casi tres años.

Lorgia García Peña, que llegó a EEUU desde la República Dominicana cuando era niña, fue el año 2019 la única en aspirar a la titularidad en la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad de Harvard.

Hasta entonces, formaba parte de cinco unidades educativas de dos departamentos de Harvard. El comité de su departamento la recomendó por unanimidad para ocupar el cargo de profesora principal y el comité de nombramientos y promociones respaldó esa decisión, pero una vez que su caso llegó a la administración de Harvard, le fue negado.

La autora del libro Bordes de la dominicanidad explicó que esos maestros que hoy no la miran de frente o que la eluden "no se sienten responsables" del veto de Harvard "si se considera que no fueron ellos los que me negaron la titularidad".

No obstante, subrayó, "en las estructuras de exclusión las personas que se benefician de tales decisiones tendrían que pensarlo, ya que si eres alguien que se está beneficiando directamente de mi trabajo, y no te cuestionas cuál es tu papel en eso, y guardas silencio después de una injusticia, eres parte del problema".

A casi tres años de ello, reconoció que aún le "rompe el corazón" la falta de solidaridad o inacción de sus colegas, ya que "la única forma en que podemos tener un cambio real es si todos reconocen su papel, por pequeño que sea, en la creación del problema o al menos en que se sostenga".

Fue profesora asociada del Departamento de Estudios de Lengua y Literatura de la Universidad de Harvard, Cambridge Massachusetts desde el 2013. En Harvard fue fundadora del primer diplomado de Estudios Latinos. Fue nombrada profesora distinguida del Massachusetts Instituto de Tecnología (MIT, 2018). Sus estudios universitarios los realizó en la Universidad de Rutgers donde obtuvo una Licenciatura en Periodismo y una Maestría en Literatura y Cultura Latinoamericana, New Brunswick.

Se doctoró en Estudios Americanos, con una especialización en Latinos/as estudios, en la Universidad de Michigan, Ann Arbor.

En una entrevista con The Chronicle of Higher Education (La Crónica de la Educación Superior) publicada hace unos días bajo el título "Le negaron la permanencia en Harvard. Pero ella no ha terminado de luchar por el cambio en la academia", y cuya traducción no oficial Acento ofrece a continuación, Lorgia García Peña detalla su suerte.

Usted escribió que los eruditos de color a veces no se expresan porque necesitan retener su trabajo. ¿Cómo haces para tomar la decisión de "¿hago esto o no lo hago?"

Los estudios étnicos vienen a salvar la academia, pero claro, siempre que las universidades lo permitan. Todavía estoy aprendiendo a decir que no. Esa es una lección que muchos de nosotros todavía estamos aprendiendo, especialmente las mujeres. Pienso mucho en el impacto que tendría en los estudiantes lo que me piden que haga. ¿Es esto algo que, de alguna manera, mejoraría el proyecto en el que estoy invirtiendo? ¿O es solo el trabajo lo que pretende convertirme en una especie de modelo de la universidad? No siempre está claro. Para mí, se trata realmente de crear espacios para los estudiantes, especialmente para los estudiantes de color de primera generación.

–Desear crear esos espacios para los estudiantes es algo que también requiere de mucho trabajo que no necesariamente es recompensado.

Y no solo para los estudiantes; también para todo el campo. Tienes personas de universidades que te escriben para pedirte que evalúes. Recibo, semanalmente, al menos cinco solicitudes para evaluar libros o artículos. Por estas cosas no te pagan, pero la haces porque me preocupa que si no evalúo este manuscrito sobre latinidad negra, por ejemplo, se lo enviarán a alguien que no está preparado para hacerlo.

–¿Por qué tantas instituciones educativas no se comprometen con los estudios étnicos?

Oh, esa es una respuesta muy fácil. El objetivo de los estudios étnicos es básicamente desmantelar y abolir la universidad tal como es en la actualidad. Tenemos conversaciones sobre el plan de estudios y la contratación, la permanencia y la diversificación de la facultad. Pero la gente todavía quiere hacer las cosas de la forma en que nada cambia. Y la forma en que estamos acostumbrados a hacer academia es eurocéntrica, es anti-negra, es colonial, es misógina y es elitista, y necesita cambiar. De lo contrario, estamos condenados. Los estudios étnicos vienen a salvar la academia, si las universidades lo permiten.

Las autoridades en educación superior hablan de estar comprometidos en lograr una institución antirracista. Lo dicen, pero luego… Es lo que llamo una mierda. Se produce el asesinato de George Floyd y al día siguiente todas estas universidades emiten declaraciones sobre su apoyo a la facultad negra, incluida Harvard, y al mismo tiempo que me despiden a mí, la única latina negra en la facultad… La equidad no va más allá de redactar documentos que nadie lee.

–Hay esfuerzos en la educación superior para tratar de diversificar la cartera académica: programas de postdoctorado, becas, contrataciones en grupos. ¿Crees que esos esfuerzos funcionarán?

Pueden tener un impacto positivo. Muchas universidades son bastante buenas en la contratación de grupos, pero luego no hacen ningún esfuerzo, una vez que la gente ya está allí, para apoyarlos, retenerlos, mantenerlos en el cargo, promoverlos. Tenemos que entender que no todos llegan a la universidad —profesores y estudiantes— de la misma manera. Algunas personas llegan a la academia y son profesores de cuarta generación en su familia y otros no, están aprendiendo sobre la marcha.

Seguimos hablando de raza, pero no hablamos de clase cuando se trata de profesores, en particular. Tuve un momento muy difícil cuando comencé como profesor en la Universidad de Georgia porque estaba muy endeudada. Venía de vivir muchos, muchos años por debajo del umbral de la pobreza y tenía un bebé recién nacido. De repente, todo se basa en el pago de la deuda, en el reembolso, y hay que maximizar el uso de las tarjetas de crédito. Si tienes 30 años y eres profesor nuevo, no sabes cómo hablar de este tipo de cosas.

–Volviendo a lo que pasó en Harvard, ahora que ha pasado un tiempo, ¿ha cambiado en algo tu perspectiva sobre esa experiencia?

Realmente no. En todo caso, la distancia deja cada vez más claro que lo que pasé fue terrible. Y no me refiero solo a la negación de la titularidad, que fue el clímax de lo que yo definiría como una relación abusiva de ocho años.

Todavía me cuesta conducir hasta Harvard Square. Vivo en Boston, así que no es fácil evitar la ruta. Todavía es desgarrador cuando me encuentro con alguno de mis excolegas en Whole Foods y miran hacia otro lado porque están avergonzados o porque no quieren verse vinculados conmigo. Tengo estudiantes de posgrado que están terminando sus doctorados, y yo fui quien los asesoró y los llevó a que crucen esa meta. Pero no puedo ir a su graduación porque no puedo estar en ese espacio. Eso es difícil.

Todavía tengo estudiantes para quienes soy el asesor principal y que están escribiendo disertaciones conmigo. Son estudiantes de Harvard. Es una posición realmente jodida, porque mis opciones son: abandono a los estudiantes con los que he estado trabajando durante cinco, seis, a veces siete años, o hago este trabajo gratis para Harvard. Tengo que sentarme en habitaciones con colegas, habitaciones en Harvard en las que se defienden tesis o en un doctorado, en un examen. "Está provocando", dirán.

La negativa de ascenso provocó indignación. Miles de estudiantes y profesores firmaron cartas dirigidas al presidente de Harvard, Lawrence S. Bacow, y en el mismo campus los estudiantes de Harvard realizaron mítines de apoyo a la dominicana.

Según un artículo publicado el año pasado en The New Yorker , algunos profesores de Harvard vieron el trabajo de García Peña como activismo y no como un aporte académico de estudios étnicos.

Tras la denegativa al ascenso se presentó una queja y un panel de profesores alegó que hubo discriminación y recomendó que la administración de Harvard revisara su decisión.

García Peña llegó a Harvard en 2013, dejando un puesto de titular en la Universidad de Georgia. Mientras estuvo en Athens, Ga., cofundó “Freedom University ”, un proyecto que busca enseñar y mejorar a los estudiantes indocumentados.

El programa comenzó después de que a estos estudiantes se les prohibiera asistir a algunas de las universidades públicas de Georgia en 2010. García Peña es ahora profesor asociado de estudios sobre raza, colonialismo y diáspora, con titularidad en la Universidad de Tufts.

Prosigue la entrevista

–Escribiste sobre cómo, cuando estabas en Harvard, te diste cuenta de que la universidad te consideraba "el único" académico en estudios latinos. Notaste que algunos de tus colegas en el campo percibieron que tu éxito estaba limitando el éxito de ellos. ¿Qué consecuencias tiene eso?

No existe una masa de académicos en ninguna de estas instituciones que realice este trabajo. La mayoría de estas instituciones tienen una o dos personas y nunca van más allá. El efecto dominó de eso es que tienes personas compitiendo por los mismos trabajos. Pero solo hay un puesto de trabajo, ¿verdad? Un departamento de inglés contratará a un solo estudioso de literatura étnica, por ejemplo.

La institución hace que nos veamos como competencia —“si esta persona consigue eso, entonces yo no lo conseguiré”— porque solo habrám espacio para uno de nosotros. Esto si bien varía de una institución a otra creo que es particularmente pronunciado en lugares como Harvard o Yale, que ya operan bajo la lógica de "somos especiales y somos únicos y, por lo tanto, si eres el elegido, eres aún más único".

Harvard defiende sus políticas y cita la diversidad como un componente clave de la educación que brinda. Los estudiantes de color dicen que una vez que ya han ingresado, Harvard de alguna forma "devalúa su historia y experiencias" y tampoco logra retener a profesores. Carteles con mensajes tales como "¡Después de admitirnos nos olvidan!" se han visto en el campus.

La controversia alcanza a otros centros de estudios. En Yale, recientemente 13 profesores se retiraron del programa Etnicidad, Raza y Migración de la universidad, alegando falta de apoyo. Los profesores se reincorporaron luego de que la universidad se comprometiera a aumentar sus recursos.

Apoyos iniciales

Si bien el presidente de Harvard se ha negado a discutir las razones para negar la titularidad de García Peña citando la confidencialidad del proceso, un grupo de profesores y administradores de Harvard que enseñan estudios asiático-americanos, latinos y nativos americanos, o que dirigen los programas existentes que apoyan los estudios étnicos, publicaron una carta de respaldo a la pedagoga.

“Aunque entendemos que nunca se garantiza la permanencia en Harvard -escribieron- inevitablemente surgirán preguntas sobre la equidad del proceso de promoción para los profesores en campos que durante mucho tiempo se malinterpretaron y desestimaron en la universidad hasta que se les brinde el respeto y los recursos otorgados a otras áreas de estudio”.

Docentes y estudiantes han cuestionado si el proceso fue justo y no se cansan de citar los logros académicos de la profesora, que incluyen su libro sobre la construcción de la identidad racial y nacional dominicana. Algunos argumentaron que la decisión refleja una falta de respeto institucional por el trabajo en estudios étnicos, así como una falla en el debido reconocimiento al trabajo de tutoría y apoyo a los estudiantes.

Robert Reid-Pharr, profesor en los departamentos de Estudios de la Mujer, Género y Sexualidad y Estudios Africanos y Afroamericanos, dijo al respecto: “Debemos preguntarnos, no solo en este caso sino en todos, cómo es que ciertos miembros de la facultad, particularmente personas de color, particularmente mujeres, se les pide que hagan todo tipo de trabajo adicional, pero ese trabajo no necesariamente se juzga o se remunera adecuadamente”.

Los partidarios de García Peña también han citado dos incidentes previos a la negativa de ascenso: supuestamente se encontró una nota llena de odio clavada en la puerta de su oficina, en la que se atacaba su raza y género, y luego algunos estudiantes de color en una de sus clases fueron interrogados por policías de la Universidad de Harvard sobre un proyecto de arte en Harvard Yard, una actividad para la cual García Peña había recibido permiso.

Cornel R. West, quien tiene un nombramiento conjunto entre Harvard Divinity School y el Departamento de Estudios Africanos y Afroamericanos, dijo que muchos estudiantes creían que la decisión de negarle la titularidad a la Dra. García Peña fue motivada por el racismo y el sexismo. Dijo que no creía que ese fuera el caso, al menos sin pruebas claras, pero sí pensaba que la decisión estaba equivocada. “Ella pertenece a Harvard, punto”, dijo.

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